El Cinturón de Castidad

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Un cinturón de castidad es una braga de hierro, cerrable con llave, que supuestamente se obligaría a usar a algunas mujeres en la Edad Media para evitar las infidelidades sexuales o en casos extremos padres de familia que hacían usarlos a sus hijos e hijas para mantenerlos vírgenes hasta que se casaran.

Su efectividad se basa en el hecho de que, una vez cerrado el candado y retirada la llave, resulta imposible que un hombre introduzca el pene en la vagina de la mujer, por la presencia de púas en el cinturón al nivel en el que ésta se encuentra, por lo que constituye un bloqueo para realizar el coito.

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Historia


El objeto ganó popularidad en Inglaterra en el siglo XIX gracias a un libro cuyo contenido lo describía como "una de las cosas más extraordinarias que los celos masculinos hayan realizado". El libro describe cómo era usado el objeto para asegurar la fidelidad de las damas que se quedaban solas en casa mientras sus maridos iban a luchar en las Cruzadas.

Esta es la opinión más habitual, aunque equivocada. El cinturón de castidad no puede usarse más que durante unas horas, a lo más un par de días. De otra forma, la mujer que lo llevase moriría víctima de infecciones, abrasiones y laceraciones provocadas por el contacto con el metal o, a largo plazo, si el cinturón entraba en contacto con agua, de tétanos causado por la oxidación del cinturón sobre la piel. En realidad, el cinturón de castidad era utilizado por las mujeres como defensa contra la violación, en épocas de acuartelamiento de soldados, durante viajes y en estancias nocturnas en posadas. Su uso era más frecuente en enfermeras y religiosas que atendían heridos en los frentes de batalla para evitar las violaciones.

Fuente Wikipedia

El cinturón de Castidad


De cualquier modo, el cinturón de castidad es en realidad una invención muy posterior a la Edad Media, como mínimo del Renacimiento, aunque lo cierto es que no existen referencias históricamente probadas anteriores al siglo XIX. Ninguno de los cinturones de castidad que existen fueron hechos en el medievo, todos los expuestos en museos fueron retirados tras comprobar que eran falsificaciones del siglo XIX.

El cinturón de castidad, la fantasía de poder abrir, cerrar y controlar la sexualidad de otra persona y asegurarse, al mismo tiempo, de que nadie nos coronará con una cornamenta, vuelve a las páginas de los periódicos de vez en cuando. La última entrega tuvo lugar hace solo unos días, cuando los bomberos de la localidad italiana de Padua, tuvieron que ayudar a una mujer de mediana edad a desembarazarse de uno de estos artefactos, cuya llave había sido extraviada. Los atónitos apagafuegos se interesaron en el caso para investigar si se trataba de malos tratos, pero ella les confesó que se había puesto el mecanismo de forma totalmente voluntaria y para evitar tener relaciones sexuales.

El pasado año, este objeto también saltó a los titulares de la prensa, solo que esta vez los hombres eran los protagonistas. En la ciudad de Nyeri, en Kenia, una mujer le cortó el pene a su marido infiel. Una medida algo drástica que sirvió de inspiración a una tienda de ropa de caballero para poner a la venta un cinturón de castidad masculino, con el objeto de proteger a los keniatas de sus celosas y despechadas esposas. El aparato se confeccionaba a medida y consistía en un caparazón metálico, con un aspecto bastante rudimentario, que costaba 1.200 chelines (10 euros).

Evitar violaciones, otro de los cometidos de este invento, es el fin de una versión más moderna del mismo que vende desde hace tiempo la marca estadounidense AR Wear, bajo el eslogan de Confidence & Protection that Can Be Worn. Se trata de una braga-cinturón de castidad diseñada especialmente para evitar agresiones sexuales, ya que resulta imposible quitarla si no se dispone de la llave de apertura. Elaborada a base de una tela reforzada y un material resistente a los cortes y a los desgarros, es imposible desplazar la prenda hacia los lados o abrir de piernas a la persona que la lleva puesta. La novedad no estuvo exenta de polémica cuando salió al mercado, acompañada de un spot publicitario, porque muchos vieron que esta filosofía no hacía sino ahondar en la creencia machista de que la responsabilidad de evitar la violación reside en las féminas y no en la sociedad, la educación o las autoridades competentes. La feminista Louise Pennington denunciaba la idea en un artículo de The Huffington Post, titulado Anti-rape clothing for when ‘things go wrong’ en el que sentenciaba, “se le inculca a las mujeres que, en el fondo, son las responsables de ser violadas por cómo visten, la forma de hablar, de trabajar, dónde viven, sus hobbies o incluso por el acto de respirar”.

Una Edad Media no tan oscura

La teoría que todos hemos escuchado sobre este invento es que se creó en la Edad Media y que servía para preservar la fidelidad de las esposas de los caballeros que partían a las cruzadas, o para maridos celosos que debían ausentarse del hogar por diferentes cuestiones. Albrecht Classen, profesor de la Universidad de Arizona, en EEUU, y experto en historia medieval, escribió en 2007 el libro The Medieval Chastity Belt: A Myth-making Process, lo que le convierte en la máxima autoridad mundial sobre el tema. Desde su despacho contesta por Skype a S Moda, “no hay ninguna evidencia que nos indique que existieron o se confeccionaron este tipo de objetos en la Edad Media. La primera vez que se habla de ellos es en un libro de 1405, escrito por Konrad Keyeser, titulado Bellifortis, y que trata sobre máquinas de guerra. Es una obra muy técnica y ardua y se cree que el autor quiso amenizar un poco la lectura introduciendo una broma sobre un aparato que protegería la honra de los maridos cuando estaban en la batalla, lejos de sus mujeres. El cinturón de castidad pronto se convirtió en un mito del que se hablaba y se hacían numerosos chistes y sátiras para burlarse de los hombres impotentes o mayores que no podían controlar a sus esposas, que iban en busca de parejas más activas sexualmente. Hay dibujos de la época que plasman escenas en las que el varón, que se va de viaje, le pone un cinturón de castidad a su pareja; al mismo tiempo que el amante sale del armario con otra copia de la llave”.

Otra de las pruebas que evidencian el aspecto mitológico y no real de este cachivache es, según apunta Classen, “la falta de referencias al cinturón en las novelas de tipo cortés y en los autores de los siglos XIV al XVII. De haber existido ese objeto, sin duda, habría sido utilizado por los escritores de época, pero no lo mencionan ni Bocaccio, Bardello o Rabelais, que escribían sátira erótica y que conocían a fondo la sexualidad de la época, los celos, los engaños y las artimañas usadas para engañar a los cónyuges o amantes. Los primeros cinturones reales se fabricaron en el siglo XIX y era costumbre que formaran parte de museos de la tortura, en los que se mostraba la crueldad y el oscurantismo de épocas pasadas”. El British Museum, en Londres, contaba también con una de estas piezas, atribuida a la Edad Media y que exhibía desde 1846, pero acabó retirándola tras comprobar que era falsa.

Desde el punto de vista anatómico y ginecológico, la hipótesis de hombres echando el cerrojo a las vaginas de sus mujeres por periodos de tiempo tan largos como hacer las cruzadas o irse a la guerra, y volviendo a casa y encontrando los genitales de sus esposas intactos y como si tal cosa, es ciencia ficción. Según Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga, directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona y directora del Instituto Iberoamericano de Sexología, “las normas higiénicas de la época eran muy cuestionables y si hoy en día a algunas mujeres usar compresas les puede producir irritaciones a nivel vulvar, resulta fácil imaginar las consecuencias de llevar un cinturón de metal pesado, duro y cortante, con todo lo que ello implica. Para empezar, se producirían llagas como consecuencia de las rozaduras, por el simple hecho de andar, estar sentada o agacharse; además de todo tipo de infecciones vaginales y anales, al dificultarse la higiene de la zona. Todo ello causaría septicemias, que sería difícil curar en la época y que producirían, finalmente, la muerte”.

La puritana época victoriana

Curiosamente, lo que nunca practicaron los bárbaros, incultos y supersticiosos hombres de la Edad Media, se materializó mucho más tarde, en el siglo XIX. La mala prensa de la época medieval, en todos los aspectos pero especialmente en el sexual, se debe, según Classen, a que “en el Renacimiento se subrayaron los aspectos negativos del periodo anterior, para crear una distancia y sentirse mejor, superiores a sus antecesores en la historia. Pero hablar de los cinturones de castidad y de la sexualidad medieval era también una manera de crear fantasías eróticas, mitos sexuales que permitían hablar del tema que, de otra manera, hubiera sido más difícil de tratar. La sátira y el prisma histórico permitían acercarse a temas escabrosos con la risa o la didáctica como excusa. El siglo XIX fue una época muy pornográfica, había muchas imágenes, fotos y libros al respecto”.

Como recoge un artículo sobre el tema del blog Arqueología e Historia del Sexo, “cuando se consolida el mito de los cinturones de castidad, es durante la Ilustración, otra época que reniega de todo aquello que representa la Edad Media, ya que se intentará acabar con todo lo que representa el régimen feudal, y la barbarie de estos cinturones son el mejor ejemplo de esa oscura época. Así ilustrados como Diderot o Voltaire no dudaron en confirmar su uso, ya que algunas fuentes medievales fueron interpretadas como testigos ciertos de su existencia. Por lo que en la famosa Enciclopedia de Diderot y D’Alembert se describe este “instrumento tan infame como lesivo a la sexualidad”. Objeto que también recoge Voltaire en su cuento El candado”.

En la época victoriana se fabricaron cinturones más pequeños, ligeros y refinados que eran usados por pequeños periodos de tiempo para evitar las violaciones, por ejemplo en viajes, como pruebas románticas de la fidelidad o para impedir que las mujeres, especialmente las más jóvenes, se masturbaran o se tocaran en cama durante la noche; ya que se creía que esta práctica era altamente perniciosa y podía derivar en enfermedades físicas o mentales.

El reino animal también ha ideado su candado sexual particular destinado a las hembras y con el fin de que el macho pueda tener claro que sus hijos son suyos. Unos investigadores del Instituto y Museo Zoológico de Greifswald, Alemania, han estudiado el caso de la araña enana europea, que tras aparearse, el macho utiliza un tapón para bloquear los genitales de la hembra y evitar que otros machos depositen su esperma.

Cinturón de castidad masculino que castigaba masturbación
Lima. Y es que alrededor del año 1880, el autocomplacerse era uno de los peores pecados que podías cometer, tanto que incluso la iglesia aseguraba que si lo hacías, estarías condenado al infierno.

El dispositivo era fabricado por la Iglesia Católica en 1880 para hacer frente a la masturbación en la adolescencia, que se consideraba un pecado grave en aquellos años y quienes lo hacían eran culpables de “el pecado mortal de la masturbación”.

El aparato era descrito como “aterrador” por los que alguna vez recibieron el castigo. Estaba hecho de hierro y encapsulaba completamente los genitales masculinos, provocando heridas, infecciones y enfermedades.


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Última edición por un moderador:

DeletedUser1566

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Enserio bath? jajajajajaja y lo usas para asustar a tus pretendientes o que?
me estoy muriendo de la risa imaginando tu foto (aquella inolvidable de botas) y con un cinturon de estos puesto jajajajaja:D
 

DeletedUser1207

Guest
Bueno espero q no se use ahora para lo q se usaba en la edad media,pero de esta sociedad te puedes esperar cualquier cosa
PD: Bathory tu foto me enamora
 
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